sábado, 14 de julio de 2012
Escrito para el programa
La búsqueda de los lenguajes cinematográficos no se detiene ante las convenciones aceptadas. Así ha ocurrido por lo menos desde el avant-garde en las décadas de 1920 y 1930, hasta nuestros días. Hay un cine que, manifestándose hijo de la novela o del teatro, se situó más cerca de los gustos masivos. En algunos casos, apenas llegó a ser un remedo de ambos con imágenes en movimiento. También se intentó narrar desde las características específicas de nuevo arte, con maravillosos resultados, aunque algo alejado de las grandes salas de entretenimiento.
Simultáneamente, el ensayo y la poesía, han querido encontrar una nueva forma de expresión en el campo de lo audiovisual. En nuestro medio no han sido frecuentados, aunque algunos se animan en esos territorios. Reflejos es un ejemplo. La pantalla deja de ser una ventana por la cual el espectador se puede asomar a una ficticia realidad, para con convertirse en un espejo, un rompecabezas, una pregunta. Desde el viejo mito de Narciso hasta las miradas que se encuentran con otras. Se recurre a formas que en sí sugieren ideas. Formas que hablan. Palabras que pintan. Todo en el entorno cotidiano de nuestro desierto, donde las personas y las cosas, se muestran por necesidad, lejos del adorno. Las miradas tal vez alcancen otros horizontes cuando se enlacen en un abrazo. La tierra, el agua, el viento y el fuego, serán testigos.
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